Siempre fui un poco varonera. Desde chiquita me gustaban las tortugas ninjas y jugar al fútbol, no sé, había algo de la mística masculina que siempre me llamó la atención. Mi vida de varonera se terminó, abruptamente, a los 11 años, el día que me salieron tetas. Y no un par de tetitas, tipo botoncitos. Tipo tetas posta, gomas, pechugas, boobies, lolas, pechos, zompes, ubres, mamas. Posta. Tienen que pensar que a los 12 años parecía de 18 y estaba buenísima. Igual así, mis amigos de toda la vida siguieron siéndolo. Incluso con esos tamaños, así y todo, mis amigos me querían (y quieren) así como soy.
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Vivir en otro país no siempre es sencillo. Estar lejos de tus amigos, de tu familia es medio un bajón. Entender que el otro es distinto a vos, que es de otro país, que tiene costumbres distintas, no siempre es de lo mas fácil. Yo soy extranjera pero ellos son extranjeros en mi vida. Ahora bien, las suegras suelen ser un tema complicado para todos, sumémosle que es de otro palo, y a veces pienso que viene de otro planeta. Todos sabemos el típico lugar en el que la suegra viene a estar. Les juro que no quiero hablar mal de ella… pero es tan fácil.
Las ex en general son un problema. Esta no es la excepción. Ya sea porque terminaron mal y le rompió el corazón a tu amorcito o porque tienen buena onda, el concepto de la ex es una mierda. Más si vive en la misma ciudad-pueblo que vos, solía vivir en tu casa y comparten la tenencia de una mascota. La vida es maravillosa para celosas como yo. Y créeme que hago un esfuerzo sobrehumano para no volverme completamente loca. Soy una persona adulta, en una relación basada en la confianza y el disfrute diario, ellos no están más juntos y él quiere estar conmigo. Y sin embargo, repetirlo todos los días frente al espejo no parece ser suficiente.
Estoy segura de que si le preguntas a mi mamá ella te va a decir que yo era la mala influencia entre mis amigas. Hay que reconocer que siempre tuve algún halo de niña precoz en mis venas, pero eso no me hacía ser una mala influencia. Creo. También mi mamá llegó a creer que era drogadicta. Mi relación con las drogas llegó a una temprana edad, y sí, supongo que ahora, a la distancia, ese hábito de consumir drogas recreativas probablemente no tenía un buen augurio. Sin embargo, yo estaba convencida de que las drogas no me iban a ganar. Sobre todo porque tuve, desde muy temprana edad, el entendimiento de que sólo era adicta a las personas. Hoy en día, intentando dejar el pucho, pongo en duda todas mis teorías. Pero en ese momento yo creía fervientemente que no era adicta a nada, y que podía tener una relación sana con las drogas.